Muchos dicen que más que Ernesto debí ser Marco Polo por mi afición a descubrir nuevos lugares o experiencias. Pero seguro muchos ni sabían que me llamo Ernesto y el nombre Marco no me sienta, así que definitivo me quedo con el POLO, sí #poloviajerosoy.
No sé cuándo fue que decidí que lo mío era viajar, bueno más que viajar conocer, que digo conocer, DESCUBRIR. Por eso déjame contarte un poco de mi infancia para ponerle un contexto al porqué hoy hago lo que hago. Después de todo yo también fui niño.
¡De niño yo soñaba con ser explorador!
Desde que recuerdo siempre me gustó estar fuera de casa, no me mal interpreten, no es que fuera un vago, más bien me gustaba explorar el entorno donde vivía. Nunca fui de jugar con muñecos o pistas de carreras, sí tuve, pero eso de los juguetes nunca me llamó mucho la atención y los video juegos apenas empezaban; así que para mi lo mejor siempre estaba afuera, en la calle. Yo era Sateluco, si no estás familiarizado con ese termino deja te explico, así se les dice a los oriundos de Ciudad Satélite en el Estado de México, vaya hermoso lugar.
Como a muchos me tocó vivir esa gloriosa etapa en la que los niños podíamos jugar libremente en las calles y a lo único que le teníamos que temer era al mítico "roba chicos" el cual por suerte nunca apareció. Entonces salir a jugar, a caminar o a andar en bici ya sea solo o acompañado era cosa de todos los días.
Obvio el fut, el basket y hasta el beisbol, tan de moda hoy en día, eran parte de las rutinas de juego, siempre había con quien armar las retas en la calle. Y las rutas en bici también eran parte de las salidas a jugar. Si mi madre supiera hasta dónde me iba yo en bici a los 12 años quizá me daría un buen coscorrón.
Ciudad Satélite está llena de callejones detrás de las casas, y de niño yo me conocía perfectamente todos los pasadizos secretos de la zona. Hoy por desgracia esos callejones están cerrados, enrejados debido a la inseguridad pero esa es otra historia.
El caso es que yo era feliz recorriendo esos laberintos, saltando de un terreno a otro en busca de animales, a qué niño no le gusta la fauna. Los animales más comunes eran lagartijas y sapos, pero si uno buscaba bien era posible encontrar serpientes y unas arañas bastante raras, ponzoñosas les decíamos. Obvio tuve grandes compañeros de aventura a quienes recuerdo con nostalgia, mismos que me hacían segunda, pero cuando ellos no podían me iba yo solo. Y lo mejor que nos podía pasar era que lloviera, entonces la experiencia estaba completa, era como estar en el bosque.
¡Explorar es atreverse a ver la vida de otra manera!
De mis lugares favoritos para ir a explorar cuando era niño estaban los ya mencionados callejones satelucos, el Vaso de Cristo donde se trataban las áreas residuales pero a la vez era un paraíso donde llegaban aves de todo tipo, migratorias y rapaces. El Santuario de Los Remedios era otro lugar digno de ser explorado, era toda una aventura pues combinaba la parte de naturaleza con la parte sacra. Pero la joya de la corona de los lugares para explorar cuando era niño era sin duda La Presa Madín, llegar ahí era mi Iliada y mi Odisea. Ese lugar lo tenía todo, flora, fauna, cuevas, ríos y hasta pescar podíamos, un sueño hecho realidad. ¡Qué tiempos aquellos!
Así fue parte de mi infancia, una infancia llena de alegrías y gratos recuerdos donde seguramente nació el Polo Viajero, que un ratote estuvo dormido pero que años después DESPERTÓ.
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